SENTIMIENTOS 
ENCONTRADOS 
Gustavo Puerta Leisse y Elena Odriozola

Una invitación para niños y adultos a reflexionar sobre nuestros sentimientos a partir de un enfoque filosófico eilustraciones en las que podemos vernos reflejados. 


¿En qué se diferencian los celos de la envidia? ~ ¿Por qué en la nostalgia sentimos dolor junto a una ligera sensación de placer? ~ ¿Cuál es más dolorosa: la culpa o la vergüenza? A partir de situaciones que viven los siete personajes que habitan esta casa podemos identificar tanto lo que ellos sienten como lo que sentimos nosotros, reflexionar sobre los matices que distinguen un sentimiento de otro o comprender por qué muchas veces interpretamos aquello que nos está sucediendo de un modo erróneo.

Este libro posibilita muchas lecturas.Hay quien preferirá detenerse a contemplar todo lo que ocurre en una sola ilustración o, por el contrario, seguir el recorrido de un personaje a lo largo del libro. También puede leerse únicamente el texto: de corrido o buscando el que más interesa de entre las dieciséis reflexio-nes sobre las peculiaridades de cada grupo de sentimientos afines.  
Sin embargo, el modo de sacarle mayor provecho es rela-cionando texto e ilustración. Podemos identificar lo que le sucede a un personaje en una viñeta concreta como ejemplo de un sentimiento específico. O, podemos hacerlo al revés y una vez leído un texto, encontrar la imagen que mejor ilustre el sentimiento escogido. 

Libro para leer y mirar con calma, para compartir su lectura y plantearse preguntas, para conversar... En definitiva, para hacer de la filosofía una experiencia cotidiana. 

Portada del libro Sentimientos encontrados 
Curiosidad 
Sorpresa 
Asombro 
Admiración 

No podemos hacernos preguntas sobre aquello que no co-nocemos. Tampoco tiene sentido formularlas cuando sabemos de antemano las respuestas. Para poder plantear una pregunta sincera tenemos que saber y no saber. Entre esa seguridad (e indiferencia) que nos brinda lo conocido y esa incertidumbre (e indiferencia) que produce lo desconocido se mueve y nos mueve la curiosidad.  
Siempre son más las cosas que no conocemos que las que co-nocemos. Por lo tanto, siempre son más las cosas que no nos interesan que las que nos interesan. ¿Por qué nos interesa lo que nos interesa? Buena pregunta. En todo caso, para que algo llame nuestra atención son necesarios cierta disposición, cierto estí-mulo y, además, confiar en que somos capaces de conocer y en-tender aquello que no conocemos ni comprendemos del todo. 
La curiosidad no es muy distinta a la libertad. Ambas conllevan cierta intranquilidad. Exigen el cuestionamiento de algo que se da por supuesto. Tienden a alimentar el deseo, la imaginación, la desobediencia y la necesidad de compartir nuestras conquistas. Y, así como siempre se puede ser un poco más libre, siempre se puede saber un poco más.  
Los temerosos de la libertad oprimen la curiosidad. Una de sus tácticas más habituales es difamarla. Lo hacen, por ejemplo, cuan-do identifican al curioso con el chismoso. Nada tienen en común: el conocimiento al que aspira el cotilla no busca entender sino dominar; le mueve la envidia, no la afinidad con lo desconocido; se vale del cuchicheo y del secreto, no del entusiasmo desintere-sado; su objetivo es producir malestar, no un saber compartido. 
Sentimos curiosidad porque somos imperfectos (y lo sabemos). También porque disfrutamos haciéndonos preguntas. Cuan-do encontramos sentido a las cosas, compensamos brevemente nuestro omniabarcante desconocimiento y es muy agradable. Algo similar, pero con mayor intensidad, ocurre con la sorpresa, el asombro o la admiración. A diferencia de la curiosidad, es-tos sentimientos siempre vienen de improviso. Responden más a la fuerza de ese estímulo que viene de fuera que a nuestra disposición interna. Lo inesperado produce sorpresa; el esca-lofrío de la novedad, asombro; las cualidades extraordinarias, admiración. Deslumbrados, tenemos la fortuna de ser partíci-pes de lo bello, lo verdadero, lo bueno o lo justo. Sin lugar a dudas, esta experiencia deja su huella en nosotros y, como era de esperar, también suscita nuestra curiosidad.udade, simpatía, sorpresa, sufrimiento, tedio, temor, vergüenza. 


aburrimiento, admiración, alegría, alivio, amor, angustia, anhelo, ansiedad, asombro, celos, compasión, culpa, curiosidad, decepción, desdicha, desengaño, deseo, dolor, empatía, enfado, envidia, esperanza, fracaso, frustración, hastío, indignación, ira, irritación, melancolía, miedo, nostalgia, pánico, pena, pesar, placer, plenitud, preocupación, saudade, simpatía, sorpresa, sufrimiento, tedio, temor, vergüenza.